Roberto Carro y Luis Hueto realizan una peculiar versión del filandón con música y un artesano en directo, su ‘Filandón de romanza y mimbre’
José Roberto Carro es uno de esos personajes imprescindibles de la cultura rural de la provincia. Desde su Valcabado del Páramo natal va irradiando ideas a quien las quiera recoger. Es uno de los padres de la pujante semana cultural del pueblo, también redactor y más de la revista local, escritor, músico, recitador, profesor de Ciencias de la Seguridad… uno de esos pozos sin fondo que andan por la provincia y que, por suerte, deciden compartir sus mundos.
Hasta el año 2014 Carro practicaba entre sus actividades y aficiones un filandón musico/literario, con textos propios, basados en la vida cotidiana de su Páramo natal y de su provincia. Pero acaba de sumar a su proyecto a otro integrante, Luis Hueto, entre otras cosas maestro artesano de la mimbre en San Adrián del Valle. «Y decidimos unir nuestras artes, sólo había que encontrar cómo hacerlo, buscar un camino».
Este novedoso filandón retroalimenta y engrana a la perfección sus elementos, con la ayuda de los asistentes Y lo encontraron. El filandón de romanza y mimbre, un título que nos acerca al contenido de su espectáculo. «Quisimos ‘juntar nuestras artes’ para recuperar lo más fidedignamente posible el espíritu de los filandones viejos; aquellos que acontecían en torno al fuego en las largas noches del invierno leonés. La velía era una mezcla de romanzas, artesanía y palabra, siendo esta última la razón sobre la que giraba todo el encuentro. Y eso es lo que ofrecemos, para manifestar nuestro compromiso con nuestras tradiciones, con el folk, con nuestra intrahistoria más doméstica», explica José Roberto Carro.
Podía parecer, a priori, un ejercicio complicado compatibilizar en un escenario la palabra, la música y la mimbre, pero lo lograron. Salió una vez y, nunca mejor dicho, el que hacer un cesto… y «creo que este novedoso filandón es un ejercicio de retroalimentación que engrana a la perfección y que, con el apoyo coral -tan necesario- de la gente que ‘vela’ la salvaguarda de este recurso cultural».
Resulta ‘prestosa la velía’ evocando pasajes de otro tiempo quizá más humanizado, divertimentos, emociones En los filandones de romanza y mimbre se van sucediendo diversos aspectos del histórico filandón y no es un elemento menor el público, los asistentes, a los que se pide colaboración y «se convierten en testigos de excepción de un acto cálido cuya plástica y toque de originalidad radica precisamente en esa mezcla de historias arpegiadas con la guitarra, mientras que Hueto, el artesano de la mimbre, se adentra en la recóndita trama de un arte arcano. Y es que esta suma de artes sencillas que nos pertenecen, se deben compartir sin complejos; porque en ellas también se reflejan los valores y las señas de identidad que nos hacen libres», explica José Roberto Carro Fernández, quien escribe en la explicación de la idea que es allí «donde se cuentan historias tejidas con el filum de la tradición, de cálidos encuentros en torno al fuego que da luz y calor al invierno. Hace falta la presencia para que surja el calor humano, la dimensión más modesta donde, al crepitar de los leños, se templan las emociones y se reconstruye la morada espiritual del alma vieja».
Ya han recorrido con este espectáculo algunos pueblos, ya han comprobado en ellos como la gente reacciona a los escombros de la memoria. Han estado, entre otros lugares, en la localidad zamorana de Poladura del Valle, en Valdefuentes del Páramo o, como no, en Valcabado. Así explicaba Carro las sensaciones que sintió en estas noches de romanzas y mimbres. «Pues sí, finalmente fue prestosa la velía –que diría mi amigo Luis Hueto. El bar Mundial 82 de Valcabado del Páramo acogió la tarde del domingo 8 un filandón de esos que evocan pasajes de otro tiempo quizá más humanizado, divertimento…, emociones al fin. Un manojillo de romances entrelazados con los mimbres de la tradición hicieron las delicias del numeroso público que se dio cita en aquel encuentro que durante dos horas nos procuró el alimento para el alma vieja, remendando los jirones que ocasiona el ruido de los días; dejando tras de sí el regusto que da disfrutar de las cosas sencillas y auténticas».
Seguirán haciendo esos cestos que alimentan el alma vieja.