Amanecía el siglo pasado y ya estaban allí, esforzados labrantines en aquella llanura batida por los vientos y abrasada por el sol.
De la admiración a aquellos abuelos e hijos del siglo XX, nació este audiolibro. Generaciones de sufridores parameses, a quienes tanto les debemos. Nos legasteis un mundo mucho mejor que el heredado, con vuestra capacidad de ahorro y esfuerzo; además de los mejores valores humanos: honradez y respeto.
Escuchando vuestros recuerdos, aprendiendo sin cesar de tantas y tantas vivencias, de vuestros trabajos y sufrimientos, también de vuestras alegrías y esperanzas, surgieron estos relatos. Sencillos y espontáneos; tratan de poco y de mucho…y están escritos con respeto y reverencia. Vidas enteras.
Quienes se fueron a América cruzando para siempre el océano; los que jamás volvieron a escuchar las campanas tras el Mal de Moda; aquellos que no volvieron de la guerra y quienes tuvieron que vivir con su recuerdo. Hombres y mujeres que se sienten en Tierra Hostil cuando la obligación les acerca a comerciales y enormes centros, ellos que vieron la llegada de la luz y la televisión como el culmen del progreso. Gentes hechas de otra pasta, de pana, barro y cereal; que empujaban el carro espoleando a los machos para franquear el Órbigo, o abrían el paso de la locomotora librando la vía de nieve para transportar la remolacha hasta la Bañeza, primaba la cosecha sobre el bienestar personal -el bienestar estatal aún no se vislumbraba-. Pueblos parameses con calles atestadas de niños alborotadores, que fijaban su atención cuando un compañero inauguraba su aparato de vuelo, o cuando un holandés llegaba en su caravana; para continuar de inmediato jugando a Morrachazo una vez se confirmaba el fracaso del pájaro o el eco del motor se transformaba en un rumor. Al otro lado de este tiempo, donde las dificultades se veían diezmadas por la estoicidad bien armada de una comunidad casi tribal.
Como doctamente apunta Emilio Gancedo“De esos asuntos –pequeños, íntimos, humanos- trata este audiolibro que está hecho de verdad y de añoranza, de humor y de sana filosofía rural”.
Por las inquietudes compartidas, antes que por fortuna, se encontraron un día estas dos sensibilidades hermanas. Y así, de la cocinona a los escenarios, de los tablados a los audios y de los sonidos al texto ilustrado, estos nietos del mismo siglo XX, soñamos con conservar vuestra palabra. Eruditamente apunta José Antonio Martínez Reñones “Y si queda su palabra, es que aún puede resembrarse la esperanza”
De todos nosotros depende su memoria, porque en cuestiones de abandono casi nunca se llega a tiempo.